
Cuchillos, madera, varilla de metal y pegamento son la materia prima para hace un mosquete, un arma de fuego del siglo XVI que mantiene vigencia en los carnavales, en estados del centro de México. Uno de los más populares es el de Huejotzingo, Puebla, que espera con ansias su regreso tras ser cancelado en 2021 por la pandemia de Covid-19.
Candelario Chamiso es un fabricante de mosquetes de los más conocidos en la región por una antigüedad de más de 40 años.
El primer mosquete que hizo fue para su hermano Damián que participó en la festividad, cuando tenía 23 años de edad. Ambos unieron sus habilidades en el labrado de madera y diseño en herrería, y descubrieron su vocación de por vida.
Chamiso piensa que sus primeras obras fueron “una artesanía improvisada”, al hacer su primer mosquete no tenía los instrumentos básicos a la mano. Explorando, cortó pedazos de varilla y una hoja de pala, y fabricó sus primeras gurbias, herramientas que hoy lo siguen acompañando.
La fabricación del arma comienza con un tronco de nogal cortado en la forma del mosquete, para después dibujar en la culera el diseño que será tallado.
Para el cañón se corta un tubo de acero que resista las explosiones de pólvora. Por último, se unen ambas partes para ser pintadas al gusto del cliente.
“Lo que más me gusta de mi trabajo es ver volver a mis clientes para que les haga un nuevo mosquete o les repare los que ya tienen, eso me da confianza de lo que hago”, dice.
El Semanario Gráfico inició circulación en noviembre de 2020, tras 11 meses de desarrollo. Nuestros primeros pasos en el periodismo lo dimos como Sala de Prensa, proyecto universitario que mantuvo vigencia por más de 7 años.
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