
El trueque es una tradición de los pueblos prehispánicos en México. El papel moneda y el metal no tienen valor en la práctica, solo la palabra, el lenguaje del ‘regateo’ es el negocio entre los comerciantes.
En 2020, la actividad realizada en la Plaza de la Concordia de San Pedro Cholula, Puebla, fue suspendida por el confinamiento de Covid-19. Regresó un año después con entusiasmo y calidez de artesanos, agricultores, alfareros y tejedores.
A primeras horas del día, los mercaderes extienden lonas, telas, cubetas y tapetes de palma frente a la Parroquia de San Pedro. Llegan con mercancía en mano, montada en espalda y ‘diablito’ de carga.
Vienen desde San Nicolás de los Ranchos, San Andrés Calpan y Santa María Atzompa, localidades cercanas del municipio. Cómo pudieron, en camionetas, vehículos compactos, bicicletas, transporte público o de ‘aventón’. Ninguno quiso perderse del festejo.
Camila Casado, a sus 67 años, instala sus canastos de mimbre sobre un petate. Sentada en una silla metálica que le falta el respaldo, va a esperar todo el día si es necesario para “sacar un taco”, dice. No está sola, la acompaña su esposo Isidro posado sobre el suelo.
“Nosotros venimos desde Tepexco -a una hora y 20 minutos de distancia-, desde allá tuvimos la suerte de que nos trajera uno de nuestros vecinos en su camioneta. Al menos no nos preocupamos por el transporte, pero esperamos que la gente tan siquiera nos quiera cambiar nuestros canastos por comida.”, relata.
La esperanza de que sea una buena jornada para regatear se ve reflejado en sus ojos.
“Desde hace treinta años mi esposo y yo no hemos faltado al truque aquí en Cholula y siempre nos ha ido bien, pero por la enfermedad -Covid-19- ya no se hizo nada. Nos pegó fuerte porque es un día que sí cambiamos muchas cosas tan siquiera para tener despensa. Pero aquí estamos de nuevo.”, cuenta risueña.
María Concepción y su hija son originarias de Acteopan, poblado sitiado en los márgenes entre Puebla y Morelos, a 81 kilómetros de recorrido. Ellas son alfareras por tradición, y aunque el viaje no le salga al costo, María pretende seguir inculcándole las costumbres a su pequeña.
“Desde que ella era bebé me la traiga conmigo al truque porque no había con quien dejarla, pero ahora que ya tiene 10 años ya viene por gusto”, comparte.
Mientras la madre es entrevistada por el reportero, la hija se encargar de atender a las marchantas que van llegando, “Ella sabe lo que necesitamos en la casa, como jabón, frijol, o una que otra prende, pero si las personas quieren comprarnos en vez de intercambiar, no les decimos que no”, detalla.
La novedad para este año fue el intercambio de productos por cubrebocas y gel antibacterial. La pandemia no dejó el protagonismo.
El Semanario Gráfico inició circulación en noviembre de 2020, tras 11 meses de desarrollo. Nuestros primeros pasos en el periodismo lo dimos como Sala de Prensa, proyecto universitario que mantuvo vigencia por más de 7 años.
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