
Ella me hizo entrar a la sala y sentarme justo al centro de esta, no podría decirles con exactitud lo que sentí, o tal vez lo que vi.
Muchas veces confundo lo uno con lo otro y este momento no fue la excepción, todo se volvió borroso cuando me recosté en aquella camilla que había al centro.
Me decían que no tuviera miedo, que iba a poder sobrevivir, así como todos los demás, y lo hice sin cuestionar, solo entré y me recosté.
Lo único que podía ver era el techo, blanco y un poco de las paredes, todas iguales y del mismo color, pero aquel blanco tenía un poco de amarillo, como los libros cuando envejecen.
En mi inspección apareció una luz, no brillante sino más bien un poco oscura y cansada, deslumbró un poco mis ojos y decidí que era mejor hallarme en un sueño que en esta realidad inoportuna.
Mientras dormía, podía escuchar los gritos, los mil llantos de los niños, todos hablaban de ellos y al primer sonido fui tras de ellos, recorrí mil laberintos, me acabé las horas del reloj, y desgasté el día y la noche.
Pero mi búsqueda fracasó y esos mil llantos se vieron apagados, se veía el final y el frío atacaba mi cuerpo, me vi obligada a tirarme en el suelo, y llorar mientras mis lágrimas se congelaban y con ellas mi vida acababa.
El frío me despertó, justo como cuando me fui, así me levanté de la camilla, ella mirándome de reojo dijo -Al menos te tocó el frío-.
No dijo nada más y me fui, la semana siguiente intentaría volver y buscar a los mil niños, solo existía alguien que había llegado a ellos, o casi lograrlo, dicen que cuando estuvo a punto de encontrarlos se sintió un frío torrencial, del que congela las venas y adormece el corazón.
Ella los vio allí, todos juntos en un rincón del mundo exterior, se veían tristes y los llantos aumentaban cada vez más, cuando estuvo a punto de cerrar los ojos vio como sus rostros se levantaban del suelo, con los ojos ensangrentados, ya negros, congelados hasta los dedos y delgados como aquella persona a punto de morir, sintió algo que nunca pudo descubrir, y se echó a llorar, acostada en el suelo, las lágrimas se congelaron y al regresar nunca más lo volvió a intentar.
Tal vez la próxima vez levante la mirada.
El Semanario Gráfico inició circulación en noviembre de 2020, tras 11 meses de desarrollo. Nuestros primeros pasos en el periodismo lo dimos como Sala de Prensa, proyecto universitario que mantuvo vigencia por más de 7 años.
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