Nuevo Mundo

Nos sedujo a todos. No era una alucinación y ni siquiera se acercaba a la realidad, era más bien como un sueño o una pesadilla, de la cual nadie podía escapar, y nos cautivó a todos, nos llevó a su lobreguez y nos mató, no sé cómo, ni cuándo sucedió esto, todavía la sigo buscando, parece que se desvaneció, así como apareció en nuestras vidas.

Éramos seis en nuestro grupo, ahora sólo quedo yo. Todos vivíamos en el mismo lugar, todas las naciones que algún día existieron estaban juntas por primera vez en la vida de nuestro planeta, no podíamos hacer más, pues nosotros mismos fuimos la destrucción y nosotros mismos teníamos que ser nuestra salvación.

Vivíamos en cuevas subterráneas, fuimos muchos para aquellos tiempos, pero mientras tuviera a mis seis, todo estaría bien, y estábamos en paz, sobrevivíamos como podíamos, pero de repente, de un día para otro alguien apareció, todos la acogimos como si fuera parte de nosotros, en las cuevas no existía el miedo, ni el odio, solo reinaba la paz, hasta que ella se mostró.

Y me recordó a cuando mi madre me contaba sobre los ángeles que bajaban a la tierra, me recordó también a Gabriel, el arcángel al que debías escuchar, me pareció que ella era igual, todos nos quedábamos callados ante su presencia, y aunque no era como nosotros, nadie temió.

Primero fue Sylvan la que murió, ella la sedujo y encontró el camino a las cuevas antiguas, se decía que ahí todo se podía hacer realidad, los deseos más oscuros y los sueños más brillantes, por esa razón las tuvieron que encerrar, muchos murieron ahí deseando que algo pasara, pero nadie nunca supo cómo hacer realidad los deseos, pero ella sabía, ella lo sabía todo.

Yo seguía viendo a Sylvan, la amiga con la que crecí, la amaba tanto que no podía creer que estaba muerta, al menos nadie lo creía, después fue Mak, él seguía siendo él mismo, pero algo no cuadraba, le siguió Venus, Leo, y al final, fue Damián, todavía no lo puedo olvidar a él, fue algo que siempre me dolerá y por eso ella va a pagar todo lo que ha hecho.

Nunca había entrado a las cuevas, hasta el día en que ella me besó, me sedujo y fuimos allá a jugar, después de ese beso me quedé paralizada poco a poco; las cuevas estaban oscuras, hacía mucho frío, se escuchaba un hilo de agua y se podía oler la tierra mojada en las paredes, se sentía irreal, ¿Quién diría que un beso te puede matar?

Supongo que me desmayé, estuve ahí mucho tiempo, quién sabe cuánto y por fin desperté, sentía que nada estaba bien, no podía moverme y no había nadie a mi alrededor, podía verme, podía ver mi cuerpo acostado en el piso, con la sangre que  rodeaba mi cuerpo inmóvil, no sabía dónde estaba lastimada porque todo se veía color rojo escarlata y entendí, lo entendí todo, ella me había asesinado en las cuevas, y voltee a mi alrededor, y solo veía cuerpos sin vida, veía como se amontonaban unos en otros y me imaginaba el olor de putrefacción que de ellos emanaba.

Todos estábamos muertos, las cuevas tenían algo y ella lo había averiguado, ella sabía lo que escondían, pero no lo sabía todo, mi cara todavía dolía, no podía hablar o emitir un solo sonido, estaba asustada, y sola, algo que no había sentido desde que nací; sentí odio, sentí un miedo incontrolable, y todos ocasionados por una persona o algo parecido.

No podía dejar que eso pasara, no podía ser Miguel, ni siquiera podía ser Gabriel, tenía que ser más, tenía que despertar, tenía que ser yo, Andara, debía convertirme en Lucifer, era necesario traicionar, convertir estas cuevas en mías si quería salir, la rabia tenía que apoderarse de mí, y así fue.

Fui el ángel de la muerte, liberé sus almas y me dispuse a encontrarla, aun no sé cómo lo hizo ella y qué hice yo para volver a la vida, pero regresé, y mi destino era besarla de regreso, tenía que llevarla a las cuevas, tenía que ser el ángel caído, porque nos sedujo a todos, y si yo caía al infierno de Dante, ella caería conmigo.